Malvados, yo os digo
que no sois amados por Dios
que sois los esbirros del Demonio
que fuisteis expulsados del paraíso
que sois los hijos del pecado y la infamia
que no encontraréis la paz en vuestros corazones
que envejeceréis y os arrugaréis con muchísimo dolor
que largas sombras de tristeza os acompañarán hasta la muerte
que el infierno eterno os espera para abrasar toda esperanza vana.
Excepto que hoy mismo donéis todos vuestros bienes al Divino Toro Salvaje.
(Libro del Apocalipsis, capítulo 41, inédito).